Sunday, November 1, 2009

Diario danés: Calabaza

Caigo en cuenta de que llevo toda la vida practicando para ser el más bicho de los dos si percibo que lo están siendo conmigo. Es una destreza psicológica y social no del todo conciente que rinde frutos en ciertos contextos, pero más que nada en contextos donde lo que habías percibido como bichería en realidad no era tal, sino una impresión demasiado rápida que te habías hecho de los otros, porque estabas estresado o confundido. Si tienes hijos en edad prescolar todo se complica porque entonces tienes que ir a todas estas actividades en donde se espera que te pongas a compartir con todos estos padres con los que te cruzas todos los días y los saludas, cool, pero nunca sospechando los estragos anímicos que te puede causar el efecto agregado de hallarte rodeado por todos a la misma vez en un mismo punto del espacio. Mi esposa que es más sabia cuando me ve con la cara contorsionada y emanando odio me dice enfócate en tu hija, aquí no eres tú sino el papá de Sissel, relaciónate con los demás como el papá de ella, no como tú, y verás como encuentras con quien hablar y qué decir. Y eso hice con moderado éxito durante casi un año cuando vivíamos en Brooklyn y Sissel iba a una Montessori. Pero aquí en medio de la ruralía danesa, donde los papás no corren a hablarte en ese segundo idioma que todos conocen pero prefieren evitar, el asunto me cogió desprevenido, y buscando el 'comfort zone' me tiré el papelón del bicho. En fin ya me lo perdoné. Pero me pregunto de dónde me viene. Si de un desorden de ansiedad social no diagnosticado, o de un mecanismo mental primitivo de macho competitivo y jaquetón, o si es el mismo acomplejamiento colonial de siempre que te deja con grandes dificultades para transicionar cuando te hallas entre quienes imaginas que se creen mejores que tú. Con lo último de mi esperanza llego a la idea de que sólo ha sido como un desencuentro de timideces, y que sólo es cosa de aprender a navegar la yola de la propia timidez entre la flota innumerable de las timideces de los otros. Todo lo cual pienso mientras sigo aquí metido debajo de la mesa en la Fiesta de la Noche de las Calabazas de la escuelita, ya casi a la hora de irnos para las casas, y mientras acumulo el valor para salir a compartir con los demás, ante la tarea infatigable de tener que llegar a ser simplemente el padre de mi hija. 

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