Wednesday, December 23, 2009

Diario danés: Julekalendar

Entro al cuarto de mi hija para despertarla. Todavía está oscuro. Prendo la lamparita y veo sus ojos cerrados. Pero es obvio que está despierta. No aguanta las ganas de reirse. Ya ha visto que el Julemand pasó y le dejó un regalito en el calendario de navidad. Guinda del arete número 15 (hay 24 en total). La ayudo a deshacer el lazo y ella abre el regalo: una bolsita con unas ramitas olorosas. ‘Qué es, papá?’ Papá no sabe. Entre muecas y bostezos y aún en la horizontal mamá nos instruye: son raíces de anís para masticar! Las sacamos y distribuimos y empezamos a masticarlas sentados en la cama los tres, mirando a Linus dormir. Otros regalos fueron más fáciles de descifrar: unas crayolitas, una lupa, unos pinchecitos para tender ropa, una bolsita de gummy bears orgánicos y fair trade. Todos las noches de diciembre hasta la Nochebuena, el Julemand (literalmente, el hombre navidad) pasa y deja un regalito sencillo y no costoso en el calendario navideño. El Julemand se parece mucho a Santa Clos y quizás es su predecesor, pero no es tan gordo y no regala tantas porquerías. Más bien regala objetos que puedan activar la imaginación y que puedan integrarse a los juegos sin obstruirlos. Este año como todos los años, el primer avistamiento oficial del Julemand tuvo lugar el día 1ro de diciembre, cuando abriéndose paso por entre el humito helado, se le vio llegar en un barquito al muelle de Vindeby para que todos los niños de las escuelitas de Svendborg lo pudieran saludar y recibir de él un dulce. El Julemand, el julekalendar, el velón navideño con 24 números que ascienden hacia abajo quemándose uno a uno cada día, el vino caliente con pasas y canela, los himnos que los daneses cantan con fervor aunque no crean en nada, agarrados de las manos y dando vueltas en una rueda alrededor del árbol de navidad, todo ello me hace pensar en todas las cosas lindas que tenemos nosotros para celebrar también a nuestra manera esta época del año. Una de esas cosas lindas que tenemos es la temperatura.. Acá el frío ya nos arrebató el segundo piso de la casa, obligándonos a permanecer abajo donde están las chimeneas. Sentado entre las cuales yo miro los números del julekalendar y de la vela regresiva, contando una y otra vez los que días que quedan, rogando que el día que nos toca coger el avión para el Caribe no caiga otra nevada como la de anoche, haciendo que nos cierren las pistas en el aeropuerto, y obligándonos a temblar aquí durante esos días de supremo jolgorio para los cuales la navidad danesa, minuciosamente celebrada y abruptamente concluida, no tiene ni siquiera números.

Diario danés: Hopenhaguen?

Por diversas razones y contrario a lo que había planeado no pude ir con mi familia a Copenhaguen durante la Cumbre Climática. Al principio pensé, quizá con cierto melodrama, que lo de no poder ir era como una tragedia personal y existencial. ¿Cómo no íbamos a haber ido a un evento tan crucial para el mundo si estábamos a sólo dos horas de donde ocurría? ¿Cómo no ir a respirar algo de la atmósfera intensa y gozosa de una coyuntura tan significativa y tan llena de sentido? ¿Cómo desaprovechar la oportunidad de decirle a nuestros hijos que cuando eran pequeños los llevamos a formar parte de algo tan transcendental? Ahora, viendo los reportes sobre lo que la cumbre logró me siento menos abatido. Cómo sentirme sobre esta cumbre? Sobre el rol de Dinamarca como país anfitrión, este país al que tanto he elogiado últimamente? Sobre el aplastante despliegue policíaco danés? Sobre los serios problemas logísticos y de organización en la conferencia? Y claro, cómo sentirme sobre lo que se alcanzó concretamente en las negociaciones? En este blog, y no siempre con el mejor sentido de proporción, no he parado de cantar las virtudes de este país, en parte como las veo, en parte como me las cuentan, en parte como las imagino. Pero lo escabroso de la cumbre muestra sus imperfecciones, al menos sus imperfecciones como país anfitrión de algo tan grande, acostumbrados como están a sus modos y sus maneras de país pequeño y ordenado. Los comentaristas en los medios parecen concordar: Dinamarca tiene una trayectoria admirable en cuanto a su modo de lidiar con los asuntos de ambiente y energía, pero ha tenido un desempeño muy pobre como país anfitrión de esta conferencia. 
     El drama, sin embargo, es mucho más grande que un país. Una especie en un planeta se otorga a sí misma la tarea de ponerse de acuerdo sobre un asunto crucial para la supervivencia de ese planeta y de esa especie. Ese ponerse de acuerdo conlleva diseñar un documento con el que todos los países puedan comprometerse. Ese proceso, comenzado hace años, tuvo por mucho tiempo esta reunión en Copenhaguen como su deadline más visible. Pero en esta reunión se logró mucho menos de lo que se esperaba y tal vez no se logró nada de sustancia. Ahora habrá otros deadlines. Y tal vez nunca dejará de haberlos, tal vez en adelante nunca dejaremos de vivir con problemas de este tamaño y con dificultades de este tamaño y con la urgencia de tener que resolverlos o mitigarlos. No sólo se trata del problema del cambio climático sino también del problema de cómo responder como ‘un mundo’ a los problemas que nos obligan a reconocernos precisamente como tal. Las demostraciones masivas buscaron acentuar la urgencia del problema y ejercer presión directa sobre el proceso, acordándole a los representantes y negociadores que sus representaciones y negociaciones impactan a gente real. Gozo global, furia global, esperanza global, decepción global. Urgencia global. Pensándolo bien, sí es casi una tragedia no haber podido ir a Copenhaguen durante los días en que intentó convertirse en Hopenhaguen. Formar parte del mar de gente y de creatividad que arropó las calles. En su defecto, tres personajes principales cubrieron la pantalla de este viejo televisor durante los días de la cumbre: los encumbrados, los policías y los manifestantes. A juicio de este lejano espectador, los del mejor desempeño, o al menos el desempeño con mejor energía y con más cara de planeta, fueron sin duda los manifestantes.

Friday, December 11, 2009

Diario danés: Ciclismo 5, Edad dorada

Voy regresando a casa desde Svendborg en bici y de noche. Media hora de costas y campos y un puente de un kilómetro y pico de largo donde el viento hace lo que quiere contigo, y con la bici. A esta hora la mayor parte de la gente de por aquí ya ha llegado a su casa, si es que ha salido, así que tengo el camino casi todo para mí. Voy tranquilo, a gusto. Salvo que por donde vivo la mayoría son bastante viejos. Y por más lento que guíen y más protocolos de cautela y conciencia de responsabilidad pública que hayan acumulado durante sus largas vidas, el apagamiento gradual de sus reflejos es más determinante que la fosforescencia de mi chaleco de seguridad, y que el parpadeo severo de los foquitos de batería intermitentes de la bici. Cuando pienso en esas cosas la estampa que me hago en la cabeza sobre este mundito tan seguro en el que he venido a morar pierde un poco de su brillo, y me siento tan vulnerable como un cervatillo, expuesto en la oscuridad. Me veo, a merced del titubeo venerable de cualquier muñeca, suspendido entre el zigzagueo de los focos que vienen y el de los que van. A los que alumbran tras de mí ahora, los siguen unos ronquidos temblorosos que casi logro escuchar. El resto, ya sin aliento, lo trataré de rimar: Temiendo morir en mitad / de un parpadeo incompleto / levanto el rabo y aprieto / por si no ha de despertar. / Para un lado está la mar / para el otro un risco escueto / miro el risco y me le espeto / por tratarme de salvar…

Wednesday, December 9, 2009

Diario danés: Rigor verde

En 1990 no hubo mucha lluvia en las montañas de Noruega. Como consecuencia su producción hidroeléctrica fue escasa. Pero a los noruegos no les parpadearon las bombillas. Su sistema eléctrico ya estaba coordinado y conectado con el de los suecos y los finlandeses. Y el de los daneses. Gran parte de la energía que consumieron los noruegos ese año fue originada en Dinamarca, que por más molinos que ya había puesto a girar dependía aún bastante del carbón. Como consecuencia la huella ambiental danesa para el año 90 es comparativamente más grande que, por ejemplo, la del 89 o el 91. Siendo el 90 el año de referencia para el cálculo de los recortes de emisiones requeridos a los países desarrollados para aplacar el cambio climático, el 20 porciento que Dinamarca tiene que comprometerse a recortar es el 20 porciento de un número bien alto. No importa, así lo harán. El problema según me explican acá es que los daneses ya han agotado casi todas las maneras fáciles de aumentar su eficiencia energética. Por ejemplo en el baño. Mi suegro que fue rector de un colegio pre-universitario me cuenta cómo hace años, luego de calcular cuánto se ahorrarían en consumo de agua, cambiaron los flushes de los inodoros de la escuela por esos que incluyen la opción de medio flush. También cambiaron las duchas por unas que esparcieran mejor el agua de modo que los miembros del equipo de fútbol no impactaran tanto los contadores con sus prolongados duchazos. Creo que antes conté lo del aislamiento mandatorio de los techos de las casas y lo de la producción de agua caliente usando menos calor y conservándolo mejor en tubos mejor aislados.  No sé, quizás ahora puedan añadir más molinos, o poner más trenes, o mejorar las plantas de generación de calor usando desperdicios, o reorganizar la producción de carne de forma que los peos de las vacas y los puercos sean interceptados por partículas que neutralicen su contenido de gases de invernadero.. O comer menos queso y menos salchichón… En fin lo de la comida es esencial. Y lo de la bebida! ¿Qué de esos miles de barcos y aviones humeantes que emiten veneno sin cesar, todo el trayecto desde el Cono Sur hasta Escandinavia, para que estos vikingos borrachos puedan jartarse todo el año de vinos chilenos y argentinos?

Sunday, December 6, 2009

Diario danés: Climatología

Los daneses saben del tiempo. Hablan de los vientos con una precisión pasmosa, como si estuvieran describiendo algo fijo. Entienden bien las lluvias, saben de verdad lo que es una baja presión, lo que es un frente frío, cuándo vienen y con qué otros eventos interactuarán. Claro que para realmente saber si saben tendría que saber yo también. Pero incluso si no supieran, es claro que están dispuestos a dedicarle al tiempo gran parte de cualquier conversación. Y no en clave de ‘small talk’ o de horror al silencio como en otros lugares, sino con un nivel de enfoque y una riqueza de detalle que más allá de los países escandinavos sólo parece dable a los meteorólogos mismos. Comparten la información en parte para difundirla y en parte para corroborarla, como en un esfuerzo de coordinación social. Lo que me doy cuenta últimamente es de que esa conciencia compartida del tiempo funciona a varias escalas. Por un lado incluye los pronósticos minuto a minuto que ellos recitan e intercalan dondequiera, y por otro incluye la conciencia de los efectos del cambio climático, el cual es para ellos como una prolongación de su saber del tiempo. Mientras en ciertos sectores del público americano lo del cambio climático es todavía como un asunto de creencia o de opinión aquí se habla de sus consecuencias con la misma naturalidad y sentido de hecho como del dato de que en este instante llueve. Y como son tan dados a la planificación a largo plazo y como sienten como cierta vergüenza del clima tan impropio en que les ha tocado vivir, ya he sorprendido a unos cuantos daneses hablando sin tapujos sobre las ventajas que el cambio climático le traería a Dinamarca, tales como cosechas más largas, frutas más dulces, más competitividad como destino turístico frente a destinos sureuropeos, y más días para ir al trabajo en bicicleta. ‘ Que especulen!’ dije yo bastante disgustado la primera vez que los oí entrar en tales excesos futurológicos, por lo que me pareció un estilo demasiado calculador y desapegado. Mirando de nuevo el nivel de información del que se compone su relación con el tiempo, caigo en cuenta de que no sólo especulan. Saben.

Friday, December 4, 2009

Diario danés: La compra

Vas al supermercado en el carro prestado de tus suegros. No puedes quedarte por siempre en el parking así que te estiras para alcanzar las manecillas del reloj pegadizo que hay por dentro del parabrisas. Las pones a la hora en que te bajas para que el policía pueda saber si te has pasado de tu tiempo. Ya entre las góndolas lo cojes con calma y escoges bien lo que vas a comprar. Llegas a la caja, desempacas, y te vas a recibir las cosas al final de la correa. Buscas y buscas… pero no encuentras las bolsas ...  Estaban ANTES! Y tenías que comprarlas! O traerte las que tienes en tu casa de la última vez. O conseguirte unas canastitas ecológicas como estas que mis suegros siempre cargan en el baúl del carro. Si corres a buscarlas ahora te ahorras par de pesos. Pero si por estar pendiente de las canastas te pasas de tu tiempo, y el guardia, que nunca viene, viene a estrenarse contigo, ¿cuántas bolsas plásticas no te faltarán para cargar hasta el cuartel las 500 coronas de la multa?  

Wednesday, December 2, 2009

Diario danés: Yesca, charamusca y brusca

Según aprendí de mi vecino las chimeneas son beneficiosas no sólo porque calientan sino además porque hacen circular el oxígeno dentro de la casa, al succionar tubo arriba el monóxido de carbono. Mi vecino es bioquímico y yo no le voy a discutir. Pero en cuanto a la forma de montar la fogata y prender el fuego ahí sí que no me gusta que me vengan con sugerencias ni explicaciones. Es algo que conozco bien por mis años de boy escout.  Dondequiera que la vida y las circunstancias me han llevado de camping, me he recostado de mi trasfondo escutista para impresionar a quien pudiera con dos o tres técnicas y distinciones que aprendí cuando tenía 14 años. Aquí en Dinamarca rápido que empezó el frío, y aprovechando que en nuestra casa hay dos chimeneas, volví a fanfarronear y a hacerme el diestro. Hasta que vi a mi cuñado prender aquel infierno contenido con dos gestos invisibles. Tuve que tragarme mi orgullo y ahora acomodo la leña siguiendo la técnica de él. Cuando me levanto a darle a la tesis, aún en medio de la madrugada infinita, tuesto pan, cuelo café, y acomodo los palos para prender la chimenea. Entonces me siento y me extiendo, reamistándome con el fuego, echando minuciosamente este leño y aquel, convenciéndome de que estos largos minutos de contemplación y de improductividad gozosa son imprescindibles para cualquier prospecto de productividad subsiguiente. Paso horas ponderando la maravilla de tener un fuego en la casa sin que se queme la casa ni se llene de humo. Al final, se acaban las horas que había separado para bregar en la tesis y llegan las de preparar loncheras, poner abrigos, apretar moños, ser objeto de odios pre-escolares, empujar pedales cuesta arriba.. Cuando regreso ya es media mañana y hay que buscar mas leña. Avanzar para que no se apague. Afuera el avasto se va reduciendo. Miro mi manuscrito, pajoso, tachoneado, incierto..  Dudo de mí.. Creo en el fuego.. Contemplo las llamas… me acerco.. me acerco..