Monday, November 30, 2009

Diario danés: Dios, Dinamarca y yo

En Dinamarca hay más o menos dos mil iglesias. Pero el número no ha aumentado desde más o menos el siglo 16. La mayoría de esas iglesias fueron construidas en el siglo 11, cuando los vikingos (reales hasta entonces) se convirtieron al cristianismo.  Cinco siglos después un rey danés se volvió luterano y con él todas las antiguas iglesias. Desde entonces ha habido más continuidad que sobresalto en la historia religiosa de este país. A los daneses les encantan sus iglesias, casi todas idénticas: simples, mascisas, blancas, con tejas de barro en dos aguas. Pero las entienden más bien como museos o como sitios históricos. No que no haya feligreses, pero son marcadamente menos que los turistas. Sólo entre el 1 y 2% de la población asiste con alguna regularidad. Todos parecen bastante cómodos con la idea de que va a haberse que morir, y con la idea de que más allá de sí mismos, de la socialdemocracia danesa, y de la comunidad internacional, no hay nada ni nadie cuidándolos.   Yo, en cambio, viniendo de una isla tomada por católica y habiendo faltado pocas veces a las clases de educación cristiana durante mis 10 años de educación protestante, lo miro todo con cierta inquietud, y trato de hallar donde ubicarme. Acepto de buen grado la noción de que nadie nos esté cuidando. Pero entiendo el sentido de ciertas formas de ‘ comunicación’ re-ligiosa, las cuales para simplificar aquí divido en dos: la petición y la gratitud. La primera quizás por dicha o por un sentido agrandado de responsabilidad propia, o por una conciencia del origen fastidiosamente humano de tantos males, no la practico. Aunque comprendo que para mucha gente el gesto de ‘pedir fuerzas’ para bregar con algo difícil es una forma de ‘coger fuerzas’ para bregar con algo difícil.  Pero en cuanto a la gratitud, la que yo siento es tan enorme que me hace desear un más allá que la reciba.  Aunque ahí vuelven los problemas.  Como no me hace gracia la desigualdad me incomoda la idea de un dios plagado de favoritismos, y por lo tanto no estoy a gusto agradeciendo cosas específicas, que le faltan a otros. Sí mantengo, en cambio, desde hace tiempo la costumbre casi involuntaria de dar como unas gracias no dirigidas a nadie, sino expansivas y anónimas, por cosas generales (el amor, el planeta, la luz, los sabores, los placeres, las ideas, las palabras, la solidaridad, el sentido de familia, la vida, la imaginación, el sonido, el tiempo...).  
     No todo es gratitud en mi mundo interior, también maldigo sin control y sin medida. Pero cuando estoy comulgando en ese agradecimiento general, ni siquiera me propongo dar gracias, sino que la gratitud sencillamente me sobreviene. A veces incluso expreso esa gratitud con las mismas palabras que me enseñaron en el colegio, aunque ahora no significan lo mismo para mí. Mi sentido de obligación moral hacia mis semejantes es, como el de otros, ferviente. Por lo cual también cultivo un juicioso sentido de tolerancia religiosa y trato de no meterme con la fe de nadie. Aunque en tanto yo mismo ya no me inmiscuyo en la fe, soy “ como el címbalo que retiñe”.  Razón por la cual siempre trato de retiñir lo más duro que pueda. Pero entonces, después de todo, será justo decir que no tengo fe?   Y esta fe desmedida en la gente y en el planeta, no cuenta?    Estar en este país tan NO RELIGIOSO y tan bien puesto sobre la tierra me reaviva ESA fe. En ese sentido estar aquí es como estar en un retiro perpetuo.  Entonces, claro… Entonces: Aleluuuya!!!

Sunday, November 29, 2009

Carnadas alternativas pospavo

Después del viernes negro el sábado verde!… alguien se lo habrá inventado ya, no? El año que viene, hagamos buen uso de esta inagotable capacidad de nuestro pueblo para el desenfreno adquisitivo y la automanipulación atrayéndolo hacia mercaditos a escala humana, a donde se pueda llegar a pie o en bici, repletos de cosas no muy caras y realmente útiles o interesantes o bellas, hechas de materiales reusables y producidas en condiciones dignas, por gente bien tratada, y por empresarios comprometidos con la comunidad y con el planeta y no sólo consigo mismos. Que sean incontrolables las ganas de recibir (dar) un regalo así!

Friday, November 27, 2009

Diario danés: Las palabras, las cosas

Desde que estoy cogiendo clases de danés y desde que vivo en un país en el que todos los rótulos, medios impresos y conversaciones están en un idioma que no entiendo, me doy más cuenta de las formas en que las palabras te abren o te cierran un mundo. Y me doy más cuenta del montón de palabras que hay en Puerto Rico para interpretar nuestro chispeante mundito y nuestra realidad. Me doy cuenta por ejemplo de la cantidad enorme de palabras que tenemos para describir lo que va mal, lo que se jode, lo que no funciona. Y por otro lado la cantidad, enorme también, de palabras que tenemos para describir las maneras y momentos en que estamos pasándola bien, incluso aunque las cosas estén malas, descompuestas, disfuncionales. Estos dos planos, claro está, no son incompatibles, y esa simultaneidad, las cosas jodías y nosotros gozando, resume quizás algo de lo que somos. Aún así, quizá no estaría de más que entre esos dos repertorios, el de lo jodido y el de lo gozoso, nos dedicáramos a expandir el repertorio de las palabras del medio, las que nos sirvan para hablar y describir lo que está normal, incluso para describir lo normal con gran excitación y acentuamiento. Palabras que vuelvan lo normal algo flexible pero identificable. Palabras que nos ayuden a ascender a la normalidad. 

Tuesday, November 24, 2009

Diario danés: Grasa

La mitad del almuerzo típico danés es grasa pura: paté de cerdo, salchichón, quesos no dietéticos, manteca, mantequilla... Pero a pesar de un crecimiento reciente en los índices de obesidad, la mayor parte de la gente por aquí está, indiscutiblemente, en la línea. Y es que del salchichón cogen a lo sumo 2 rueditas, y el queso que hay en la mesa a veces ni lo abren (genial, porque por lo general apesta!). Es en fin, un nivel de moderación al que no estoy acostumbrado y el cual, habiendo vivido siempre tan detrás de mi boca, me humilla salvajemente, y me espanta. Cómo me habré excedido yo a los ojos de todos ellos? Cuánto descontrol leerán en mis cachetes y en mis abultados salvavidas? O en este no parar de rebuscar en la mesa y en la nevera cuando todos se levantan y se abrigan para ir de paseo? El conflicto entre el pasado goloso que quisiera superar y el futuro comedido que quisiera comenzar me consume cada segundo que estoy sentado a la mesa, en presencia de todos ellos, y sobre todo cuando ellos se requedan para seguir hablando sin comer. Como los platos no llegan servidos a la mesa sino que los vas llenando tú, según tu buen criterio, cogiendo de las bandejas que te van pasando, todas las cosas siguen ahí puestas, abundando frente a tí en el medio de la mesa aún mucho después de que todos han terminado. Nadie va a prevenirlo si te quieres servir de nuevo, pero nadie te acompaña, lo cual es doblemente difícil. He notado que si repito mi porción de cebolla cruda al final de mi segundo plato se me aplacan un poco las ganas de seguir comiendo. Pero entonces, tal vez por el aliento, los demás me rechazan un poco. Lo cual me da un poco de tristeza y me lleva a pensar en mi cuerpo y lo que mi apetito le hace. Lo cual me provoca un poco más de tristeza. Lo cual a su vez, y en cosa de un momento, reorienta mi atención a las bandejas.

Sunday, November 22, 2009

Diario danés: Syringa

No me acuerdo si lo mencioné pero mi casa tiene nombre. Y no por una comemierdería o una excentricidad de nosotros sino porque, según se acostumbraba por estas zonas, así la bautizó el viejo marino que la mandó a construir hace dos siglos, en honor al barco en el que habría hecho su última travesía. Un tablón de madera de barco en la pared de al frente lo anuncia: Syringa. Muchas de las casas de por aquí también tienen nombres, que se pueden leer desde la calle. Los nombres no se repiten. La de mis suegros, por ejemplo, se llama Argo, y otra más allá se llama Sognehuset, aunque sospecho que es una iglesia porque siempre está vacía (asunto de otro post). Quizás al bautizar la casa con el mismo nombre del barco, los marinos, ya viejos, buscaban convencerse de que en realidad no se retiraban y que sus aventuras continuarían ahora sobre tierra. O quizá era simplemente una costumbre.. En fin lo del nombre es una cosa. Pero el indio de palo tamaño natural que sostiene el número de la casa junto a la entrada por lo que puedo ver no tiene paralelo, ni en Tåsinge, ni en Thurø, ni en ningún otro sector del sur de Fyn. Y dada la orientación tan disciplinadamente uniformizadora de los daneses en lo que refiere a ornamentismo, hemos tenido que suponer que lo del indio, a diferencia de lo del nombre, sí es el fruto exclusivo de la excentricidad o el mal gusto o incluso el eurocentrismo exotizante de tan sólo un marinero. Aun así, a veces, por adiestramiento o por costumbre, sospecho que ha habido otros (-indios de palo…indias? …Syringa?). Y que no es imposible que aún los haya. Y que acaso en el revuelo de enterarse que veníamos (“¿dos antropólogos?”) todos los campesinos, tercos, pero avergonzados de su exoticismo, se han sincronizado para esconderlos adentro de sus casas, al mismo tiempo, y por el tiempo que nosotros –más móbiles quizá, pero no menos exóticos- sigamos husmeando por aquí.

Friday, November 20, 2009

Diario danés: Personnummer

Llego a la oficina de la doctora en el medio de Svendborg, para que me corte la verruga que tengo hace años dentro del pelo. Así estrenaré la cobertura total que gozo ahora gracias a la sensatez y la inclusividad del sistema médico público de Dinamarca. La secretaria apunta hacia la maquinita y yo paso la tarjeta con mi número: 0304714739. No es sólo mi número de póliza, es mi número de persona, y a diferencia de mi número de seguro social americano este nadie me lo puede robar. En 1968 los daneses decidieron que sería más fácil coordinar los servicios públicos si cada persona tenía un número de identificación único que usara para todo. Así tu información médica es inmediatamente recuperable desde cualquier parte si tienes un accidente, tus reclamos en las oficinas de gobierno no se traspapelan, tus taxes se llenan solos, y se puede dar mejor seguimiento a las necesidades colectivas y así planificar mejor. En EEUU esto levantaría un furor anti-Big Brother interminable ( ..justificable?). En Puerto Rico, qué nos haríamos con tal nivel de sincronización y de ‘accountability’!? (Pero la información, en manos de quién estaría?) Aún así, los 40 años que lleva en vigor el sistema de número personal único aquí parecen comprobar que en ese momento y para este país esa fue una buena decisión. El person number es sin duda uno de los pilares de la coherencia de Dinamarca como país del mundo. Otro, más antiguo, es una idiosincrasia nacional fuertemente igualitaria, de repudio general a la trampa y la ventajería. Estas dos cosas (la transparencia númerica, la idiosincrasia niveladora) han estado en funciones en este país por años y los resultados son visibles. Pero lo ha hecho todo más fácil el hecho de que Dinamarca ha sido, y es todavía hoy, un país bastante homogéneo en términos culturales y étnicos. El gran reto que tienen ahora los daneses ante sí, con el aumento de su población inmigrante, es cómo mantener/reinventar este alto nivel de organización y de coherencia en condiciones de creciente diversidad. Me gustaría quedarme a ver de cerca cómo resuelve ese tostón este paisíto. Pero entonces no vería de cerca otras cosas que también me llaman. No sé. Por lo pronto guardo en mi cartera ese 0304714739 como si fuera el billete del premio gordo. Y tal vez, desde un punto de vista práctico, lo es. La doctora se asoma, impaciente, tijera y aguja en mano. Me ha sorprendido masajeándome distraidamente la verruga por última vez en la sala de espera mientras pienso en estas cosas. Si me quedará por acá, ahora que envejezco, cuántas verrugas más –gratuitamente- me sacaría!

Wednesday, November 18, 2009

Diario danés: Elecciones

Los políticos daneses debaten sobre muchísimas cosas, algunos con una sensatez deslumbrante y algunos con un oportunismo pasmoso, como en todas partes. Pero lo que me deslumbra más es aquello sobre lo que NO debaten. No debaten sobre el derecho de la gente a la salud gratuita. No debaten sobre la urgencia con que deben tratarse los asuntos de ambiente y energía. No debaten sobre lo prioritario de la educación. No debaten sobre la obligación del estado de responder por la calidad de lo que su población respira. No debaten sobre la importancia de mantener la prohibición de armas…. Tampoco debaten sobre las reglas básicas de la discusión pública ni gastan demasiadas energías pidiendole a los líderes opositores que se disculpen públicamente por expresiones impropias porque incluso los más retrógrados intentan jugar el juego de la inteligencia. Más allá de eso, debaten hasta el desmayo, y según líneas que tal vez nunca comprenderé. Me conformo por ahora con la idea de que una sociedad puede ser políticamente diversa y a la vez partir de consensos que le hagan viable gobernar y debatir de forma sensata y específica. 
No me asusta que en el discurso público todo esté sujeto a debate. Me asusta que todo esté sujeto a insulto. 



Sunday, November 15, 2009

Diario danés: En tinieblas

Todo va cambiando en estos vertiginosos campos y no me da tiempo de describirlo. Quisiera contar con detalles la llegada del monstruo glacial que avanza hacia nosotros para apabullarnos, y la elegancia con que el resto de lo que hay le ha ido haciendo espacio. Luego de meses casi tibios de cielos azules estrictos llegaron semanas enteras de lluvias y brumas herméticas. Las tierras se han llenado de cuervos, que escarban desesperados no hallando que hacer con el hambre. En las hojas de los árboles se vieron todos los colores, luego de lo cual los vientos y las lluvias indetenibles las fueron derrotando. A las alfombras de frutas las siguieron estas alfombras amarillas que desarmarán los gusanos o los rastrillos ergonómicos. Pero lo que define el tono general dentro del cual todo lo demás ocurre es esta oscuridad rampante, y esta niebla pegajosa que se ha estacionado entre todo tan intransigentemente. El día se ha encogido 9 horas en los pasados 3 meses. Los postes, bajitos, que durante el verano parecían bastoncitos coquetos, parecen ahora vigilantes apocados, desfalleciendo de tanto esmerarse por hacer traspasar siquiera un poco de luz por la masa peluda de las tinieblas. Me habían advertido mucho sobre el impacto de la oscuridad y la bruma en tu estado de ánimo si no estás acostumbrado. Pero pensé que tras años de apartamentos oscuros en NY estaría a salvo. Aún así, aumentan los días en que presiento que todo este mundo cuyas virtudes tan dócilmente  canté, ingratamente se ha tornado contra mí, y retribuye mi amor con este espectáculo de dureza. Como a las 3, cuando empieza a oscurecer, empaño las ventanas con el calor de mis suspiros, e irrumpo en unos quejidos altísimos que no puedo controlar, mientras las cacerolitas que adornan el borde de las ventanas, se van llenando de lágrimas y de mocos, en los que se refleja la rojez borrosa de estos ojos, dentro de los cuales se van apagando, como fundillitos de cucubanos viejos, el recuerdo de un mundo más tibio, y los días felices de mi fascinación..

Thursday, November 12, 2009

Diario danés: Cumpleaños feliz

Llueve sin parar. Vamos hasta la entrada de Troense para esperar a los niños de la escuelita. Escurriéndome los goterones de las cejas con un dedo tembluzco le pregunto a Ulla que cuando ‘exactamente’ pasa la guagua. Puntual a las 10, me contesta, y antes de que yo mire el reloj añade: mírala. De la guaguota verde salen 18 niños y tres maestros, todos en sus capas de colores. ‘Til lykke!’ felicitan todos a Sissel y empezamos a caminar. Llegando al patio de la casa, Ulla grita: ‘Esto es una búsqueda del tesoro!’. Los niños sacan el mapa de la botella de whisky que hay bajo el trampolín. Se ponen las pañoletas de pirata y los parchos que Ulla cortó la noche antes. Encuentran la pala en el ojo de un árbol. Cantan la canción de los piratas borrachos. Desentierran la llave bajo el pino azul y descubren el tesoro dentro de la casucha de herramientas. Celebran. Tras el largo quitarse las capas y las botas entripadas, entran a la casa. Beben chocolate caliente, comen bizcocho casero de muñeca de jengibre, y panes horneados de ahora, con mantequilla, queso y salchichón. Cantan las canciones de cumpleaños. Sacan los regalitos: un librito con los dibujos que hicieron todos los niños para ella, una tacita pintada por todos también. De nuevo las botas y las capas, la espera exploratoria en el patio enorme, la larga caminata puntual hasta la guagua. Sissel había esperado este día desde que supo que cuando cumples años todos los niños de tu grupo vienen a celebrarlo a tu casa. Está totalmente feliz y orgullosa. Brilla, como el agua sobre su capita peptobismólica. Mañana cumple Lone y el viernes Rasmus. Pero hoy es ella. La lluvia no para ni un momento. Mi asombro ante estas formas -rústicas, ecológicas, no puritanas- de organizar la infancia, tampoco.

Tuesday, November 10, 2009

Diario danés: Left-Right-Left-Right…Left?

Esta semana hay elecciones municipales en Dinamarca y aprovecho para tratar de aprenderme quién es quién en la política partidista de este país. Pero los nombres de los (7) partidos no me ayudan. ‘Izquierda!’ se llaman los neoliberales. ‘Izquierda Radical!’, se llama el partido piadoso de centro. ‘Partido Popular Danés!’ se llama la derecha ‘extrema’. ‘Papeleta Unitaria!’, la izquierda más izquierdosa. ‘Partido Conservador’ se llama un partido interesado en asuntos ambientales y de energía alternativa. ‘Partido Socialdemócrata’ se llama otro partido de centro que se fue quedando sin issues a medida que sus issues históricos se fueron volviendo más de consenso (es decir a medida que, históricamente, ganaron). Finalmente, ‘Partido Socialista Danés’; ese sí pareciera ser lo que parece, lo cual me alivia y me aplaca un poco el mareo.  Pienso en lo mucho que se tardan ciertos daneses en contestarte para qué lado hay que doblar cuando les pides direcciones.  ..Creo entenderlos mejor. 

Sunday, November 8, 2009

Diario danés: (No) jodiendo el parto (PARTE II)

El puente que va de Tåsinge a Svendborg queda a 5 minutos y del puente al hospital son 5 más. Madrugada de domingo a lunes. Ulla lleva tres horas de labor. La partera nos ha dado luz verde para salir, y los vecinos se han venido a dormir a la casa para estar ahí cuando Sissel despierte en la mañana. La carretera, vacía, no termina nunca. Parqueamos. Caminamos suave hasta la sala de parto. La partera nos recibe, se presenta, alterna entre el danés y el inglés. Hace el chequeo y nos dice que la dilatación se completó. No hay tiempo para parir en el agua como habíamos pensado. En lo que se llena la tina ya vas a haber parido. Ulla casi no abre los ojos pero escucha y responde a lo que la partera le dice. Está en la ‘zona’. Me pide agua o masajes duritos. La partera susurra, observa y se acopla a las contracciones, que se incrementan. Luego de mucho monitorear me explica que llamará al doctor para consultarle si habría que usar un vaccuum para acelerar el parto porque el pulso del bebé está bajito. Me asusto un poco y brego con la posibilidad de que mi esposa no tenga el parto que hemos imaginado. El doctor llega, saluda. Con discreción abre el gabinete donde está el vaccuum, y sin sacarlo va y se para a una distancia discreta para observar y escuchar lo que le dirá la partera. Entre los gritos reventados de aquella contracción y los de esta, Ulla abre los ojos y saluda al doctor: ‘Hej!’. Y 'hej!' responde él, luego de lo cual los dos se ríen. El la mira con empatía y aprobación. Las contracciones se hacen más potentes. El doctor celebra esta de ahora. Si esto sigue así no hay que usar ni vacuum ni nada. Ya habiendo consultado, y todo el tiempo a cargo, la partera se prepara para el trayecto final. El doctor lo sigue todo desde atrás de ella, que se ubica frente al nacimiento y busca orientar con sus manos y sus palabras los esfuerzos de Ulla. Que grita y se enrojece con el estrépito de hacer nacer al universo. Tres contracciones después Linus ha nacido. Tres segundos después está en el pecho de Ulla, donde seguirá por más o menos dos horas, sin interrupción. Partera y doctor nos felicitan y nos dejan solos en el cuarto. Llega un carrito con una merienda y una banderita de Dinamarca, levantada sobre un pedestalito de madera. Son las 4 y pico am. Estamos felices..  En el llanto de los recién nacidos no hay lágrimas. En el de los recién paridos, sí.

Thursday, November 5, 2009

Diario danés: (No) jodiendo el parto

El hospital de Svendborg es un hospital normal, y en tanto hospital normal tiene una sala de partos normal donde la gran mayoría de los partos son partos normales, o sea partos naturales atendidos por parteras. ‘If everything is normal we want to keep it normal’, nos dice una de las  midwives en una de las últimas citas, resumiendo la actitud acá. Pero cuando ella dice ‘normal’ lo que tiene en la cabeza incluye mucho más de lo que incluye la normalidad enjuta e inalcanzable de otros lugares.  Muchas más cosas de las que pasan en los partos, aquí son consideradas parte de un cuadro normal, lo cual quiere decir que no requieren de una intervención. Lo cual corta de entrada todas las intervenciones ‘preventivas’ típicas en los partos médicos, como ponerte un suero sin que estés enferma, o ponerte un cateter en la espalda ‘por si acaso’ pides la epidural, o inducirte el parto 'por si acaso’ se estanca, o traerte la fórmula ‘por si acaso’ el bebé no come en las primeras horas, y demás enjocicamientos providenciales típicos del modelo médico tradicional.   Nuestra hija Sissel también nació con partera, en Nueva York. Y no tenemos queja del cuidado que nos dieron ni del parto, que fue hermoso. Las parteras de Nueva York son las mejores! Pero parir con parteras allá es algo alternativo, que tienes que salir a buscar, mientras que aquí las parteras SON el establishment. En Svendborg hay como 30, que corren con el cuidado prenatal y los partos de la zona. Todas las que conocimos durante estos meses de citas y seguimiento tienen el mismo aire abarcador de tranquilidad y de confianza, todas te hablan y te escuchan desde un convencimiento de que el cuerpo de la mujer sabe lo que va a hacer y que en la gran mayoría de los casos lo que le toca hacer a quienes asisten el parto es: apoyar, saber qué esperar, estar pendiente de todo, y salirse del medio dejando que el cuerpo realice su labor milagrosa y común. Si todas las vidas comenzaran así tal vez también seguirían mejor.

Claro que todo esto lo digo yo que no tengo la opción de un parto natural o uno médico. Con la boca es un mamey y lo demás es lo demás. Pero en esto sigo ciegamente los pasos de mi compa, que no ha comido cuento en lo que tiene que ver con acompañar sus dos barrigas con conciencia, con información, y con una determinación a rajatabla de que ninguna ideología médica le iba a arrebatar la experiencia de parir como ella quería parir:  normal..

Tuesday, November 3, 2009

Diario danés: Siesta otoñal, ventosa

 Las ventanas están cerradas pero adentro las cortinas parecen banderas a tó fuete. Me asomo al patio y veo una alfombra de manzanas gordas, algunas todavía ligadas a la ramita. Miro estos pinos lanosos abultados y aguerridos y me acuerdo cómo quedó el de casa cuando Hugo. Pero no veo antenas ni planchas de zinc volando. Menos mal. Cuando me cojo la siesta en el sofá cúbico de la sala, a lo sumo duermo 15 minutos. Pero cuando me la cojo frente a este ventanal de vidrio chueco en el cuarto de arriba me voy lejos, y al ir despertando no sé ni quien soy ni pa donde voy. Aunque sí de dónde vengo. Por un momento se me borran los años que llevo dando tumbos y durmiendo poco por la vida y no me acuerdo del tiempo que llevo fuera de PR, o incluso el que llevo fuera de la escuela. Si sigo durmiendo acá arriba por las tardes quizás nunca voy a acabar mi tesis. Pero entonces,  cómo justifico estas dos décadas tan mal dormidas?

 

Sunday, November 1, 2009

Diario danés: Calabaza

Caigo en cuenta de que llevo toda la vida practicando para ser el más bicho de los dos si percibo que lo están siendo conmigo. Es una destreza psicológica y social no del todo conciente que rinde frutos en ciertos contextos, pero más que nada en contextos donde lo que habías percibido como bichería en realidad no era tal, sino una impresión demasiado rápida que te habías hecho de los otros, porque estabas estresado o confundido. Si tienes hijos en edad prescolar todo se complica porque entonces tienes que ir a todas estas actividades en donde se espera que te pongas a compartir con todos estos padres con los que te cruzas todos los días y los saludas, cool, pero nunca sospechando los estragos anímicos que te puede causar el efecto agregado de hallarte rodeado por todos a la misma vez en un mismo punto del espacio. Mi esposa que es más sabia cuando me ve con la cara contorsionada y emanando odio me dice enfócate en tu hija, aquí no eres tú sino el papá de Sissel, relaciónate con los demás como el papá de ella, no como tú, y verás como encuentras con quien hablar y qué decir. Y eso hice con moderado éxito durante casi un año cuando vivíamos en Brooklyn y Sissel iba a una Montessori. Pero aquí en medio de la ruralía danesa, donde los papás no corren a hablarte en ese segundo idioma que todos conocen pero prefieren evitar, el asunto me cogió desprevenido, y buscando el 'comfort zone' me tiré el papelón del bicho. En fin ya me lo perdoné. Pero me pregunto de dónde me viene. Si de un desorden de ansiedad social no diagnosticado, o de un mecanismo mental primitivo de macho competitivo y jaquetón, o si es el mismo acomplejamiento colonial de siempre que te deja con grandes dificultades para transicionar cuando te hallas entre quienes imaginas que se creen mejores que tú. Con lo último de mi esperanza llego a la idea de que sólo ha sido como un desencuentro de timideces, y que sólo es cosa de aprender a navegar la yola de la propia timidez entre la flota innumerable de las timideces de los otros. Todo lo cual pienso mientras sigo aquí metido debajo de la mesa en la Fiesta de la Noche de las Calabazas de la escuelita, ya casi a la hora de irnos para las casas, y mientras acumulo el valor para salir a compartir con los demás, ante la tarea infatigable de tener que llegar a ser simplemente el padre de mi hija.