Tuesday, November 24, 2009

Diario danés: Grasa

La mitad del almuerzo típico danés es grasa pura: paté de cerdo, salchichón, quesos no dietéticos, manteca, mantequilla... Pero a pesar de un crecimiento reciente en los índices de obesidad, la mayor parte de la gente por aquí está, indiscutiblemente, en la línea. Y es que del salchichón cogen a lo sumo 2 rueditas, y el queso que hay en la mesa a veces ni lo abren (genial, porque por lo general apesta!). Es en fin, un nivel de moderación al que no estoy acostumbrado y el cual, habiendo vivido siempre tan detrás de mi boca, me humilla salvajemente, y me espanta. Cómo me habré excedido yo a los ojos de todos ellos? Cuánto descontrol leerán en mis cachetes y en mis abultados salvavidas? O en este no parar de rebuscar en la mesa y en la nevera cuando todos se levantan y se abrigan para ir de paseo? El conflicto entre el pasado goloso que quisiera superar y el futuro comedido que quisiera comenzar me consume cada segundo que estoy sentado a la mesa, en presencia de todos ellos, y sobre todo cuando ellos se requedan para seguir hablando sin comer. Como los platos no llegan servidos a la mesa sino que los vas llenando tú, según tu buen criterio, cogiendo de las bandejas que te van pasando, todas las cosas siguen ahí puestas, abundando frente a tí en el medio de la mesa aún mucho después de que todos han terminado. Nadie va a prevenirlo si te quieres servir de nuevo, pero nadie te acompaña, lo cual es doblemente difícil. He notado que si repito mi porción de cebolla cruda al final de mi segundo plato se me aplacan un poco las ganas de seguir comiendo. Pero entonces, tal vez por el aliento, los demás me rechazan un poco. Lo cual me da un poco de tristeza y me lleva a pensar en mi cuerpo y lo que mi apetito le hace. Lo cual me provoca un poco más de tristeza. Lo cual a su vez, y en cosa de un momento, reorienta mi atención a las bandejas.

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