Sunday, June 27, 2010

Diario danés: Janteloven (o lo que es igual)..

    -->Hace casi un año el reino de Dinamarca entró en una relación contractual conmigo por vía de mi persona contacto en la oficina municipal para nuevos residentes de la ciudad de Svendborg. Muy amablemente mi persona contacto me presentó un documento traducido impecablemente al español, que discutimos en detalle y que firmé gustoso, en el que yo me comprometía con Dinamarca a no tener más de una esposa, a no casarme con nadie cuyo abuelo fuera el mío, a tratar de aprender a hablar danés, y a cumplir con todas las leyes y buenas formas danesas, entre otras cosas. En intercambio me ofrecieron clases de danés, cobertura médica, y todas las protecciones y tranquilidades que gozan quienes me rodean. Otras reglas no estaban en el contrato pero se me han hecho más claras a medida que observo, pregunto, me equivoco. No se supone que te las eches ni que te creas mejor que los otros, ni que te rías de los demás o que cobres mucho más que ellos, ni que te pongas muy confrontativo, ni que insultes o levantes la voz, ni que rompas los protocolos por conveniencia tuya, ni que llegues tarde y dejes a los otros esperando.  Mucho de lo cual está extraoficialmente estipulado en un antiguo código de conducta conocido como las leyes de Jante, de corte severamente igualitario y anti-individualista, y que al parecer está hondamente inscrito en la mentalidad nacional. Ese igualitarismo rampante halla su expresión socioeconómica más clara en el rigor redistributivo de los impuestos. Dependiendo cuánto haces, el tesoro (municipal, estatal) retiene o recibe de ti entre el 50 y el 70 porciento de tu ingreso, que queda invertido en las cosas que los daneses usan y consumen colectivamente: hospitales, atención médica, educación, investigación, infraestructura, cuido de viejos y de niños, seguridad. Para aquellos que quieren ser más iguales aún están los ‘colectivos’: grupos en los que la gente opta por administrar colectivamente un alto porciento del ya reducido porciento que les toca tras los impuestos. Muchos colectivos también producen cosas, por ejemplo el colectivo de Samsø, que produce los ‘ asier’ que mi hija gusta de poner sobre el ‘ leverpostej’ que se lleva en su loncherita todos los días. En gran medida toda Dinamarca funciona como un enorme ‘colectivo’, con un pote bien grande a donde va lo que todos aportan para sufragar lo que consumen juntos y para costear los esfuerzos de Dinamarca por convertirse en un país siempre más eficaz que sí mismo e históricamente solidario con los demás. A ese pote yo no he echado nada. Pero mis suegros han estado echando toda la vida. Me lo cuentan todos los días, con reiterado orgullo. O será un mecanismo de presión igualitaria para indicarme que ya es tiempo que me ponga a trabajar?

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