Wednesday, June 23, 2010

Diario danés: Diseño, Copenhaguen

Por lo general me es bastante difícil encontrar una edificación que yo realmente pudiera tildar de fea. A todas las construcciones humanas las acepto y las recibo y les doy el chance de mi respeto, de las más humildes a las más suntuosas. Todas son en algún grado dignos receptáculos de eso que un filósofo aptamente llamó ‘la función de habitar’.  Es por esto que para mí, fácil entusiasta de las formas de la 'habitación', esta ciudad, a veces, es un poco demasiado. En Copenhaguen el buen diseño en la construcción es como un derecho ciudadano, o humano. Nadie puede venir a incomodar a tu sentido espacial o común con un diseño muy equivocado. Y no se trata de lindeza o de falsa elegancia, sino del efecto de conjunto y de la integración de lo nuevo con lo que ya hay, lo cual en una ciudad como esta significa de paso algo bastante bonito: el cobre azulado de los techos viejos, las tejas antiguas venerables, la variedad no infinita del color de los muros, la moderada y regulada altura europea de los edificios, el uso meditado de la madera y el vidrio junto a los bien preservados muros de ladrillo, la buena ventilación de las calles, la eficacia de los espacios públicos... El diseño tiene un rol prominente en la mentalidad y en las prácticas de este país, tanto entre las cosas públicas como en las cosas de la casa: diseño de muebles y de inmuebles, diseño de objetos de mesa, diseño de aspas y de válvulas ecoamigables, diseño de la gestión municipal eficiente... En esos días en que cándidamente añoro la dislocada espontaneidad caribeña este paraíso del acoplamiento puede ser, como digo, demasiado. Pero cuando es rush hour y veo a una tercera parte de la fuerza laboral regresando a su casa en bicicleta, ya  los carros turneándose en los innumerables redondeles y a las guaguas ecológicas llegando a tiempo sin ensuciar y las plantas de transformación de basura en energía y los omnipresentes receptáculos de reciclaje y los esbeltos molinos girando a las afueras sobre los valles y en el mar, entonces pienso para mí: una ciudad que se mueve de esta forma, en cualquier parte del planeta o de la historia, sería un privilegio de habitar. Cuánto de la gracia de esta forma sería imposible de exportar?

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