Tuesday, June 22, 2010

Diario danés: Koloniehave

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Sin caer en un determinismo geográfico atroz y de largo alcance, cabría modestamente imaginar que estos largos y despiadados inviernos quizás han provisto a los daneses del pasado con cierta motivación adicional para avanzar a organizarse ante la adversidad. Quizás también los han dotado de un sentido general de que las soluciones, para ser útiles y duraderas, hay que iniciarlas mientras se puede, y dedicarles tiempo y coordinarlas con los demás. No que estas cosas no se puedan aprender en países calientes. Además es claro que el frío no lleva por necesidad ni al colectivismo ni a la eficiencia, como demuestran fácilmente las disparidades y los desbarajustes de otros destinos fríos.  En cualquier caso, una de esas bien atemperadas soluciones danesas lo constituyen a todas luces los ‘ koloniehave’, o jardines comunales, los cuales ves con frecuencia cuando te hayas un poco por encima del nivel de la tierra por ejemplo en la autopista o en el tren. Cuando Copenhaguen se fue industrializando, al igual que en otras partes, buena parte del campesinado se mobilizó a las ciudades, aumentando fuertemente la concentración poblacional, a la vez que aumentaba el impacto de la producción industrial sobre el entorno y la vida de los trabajadores. Como forma de contrarrestar esos impactos surgieron por dondequiera las asociaciones de jardines comunales, basadas en la idea de que era cosa de justicia que las familias que vivían en las ciudades tuvieran acceso a un pequeño pedazo de tierra, donde ventilar mejor sus existencias y de paso sembrar algunas cosas, con una cabañita donde guarecerse y en la cual guardar lo que fuera que necesitaran. Así, de la necesidad de la gente de no estar oprimidos por su inmediatez ni sometidos a una densidad rampante surgieron los koloniehave. De los huertos que allí la gente mantenía se alimentó gran parte de la población en los tiempos más duros de los siglos 19 y 20. Todavía hoy son muy populares en este país, incluso si las ciudades son más salubres y más gente tiene casas de campo. Yacen en su mayoría en terrenos municipales. Una ley los rige y los protege, y garantiza títulos de propiedad a sus felices dueños, que respiran tranquilos, salvaguardados ellos y sus jardines de las fuerzas del mercado y la especulación.

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