Wednesday, April 28, 2010

Diario danés: La universidad a distancia

El pasado fin de semana estuve en Berlín, participando en un taller sobre espacio público y mobilidad en la Universidad de Humboldt. El taller estuvo muy, muy bien. Pero moverse por el espacio público de una ciudad tan cargada de sentido estuvo todavía mejor. El muro que famosamente la dividía se desgranó el mismo semestre en que yo entré a la iupi. La profesora de CISO, que en septiembre del 89 nos había dado a leer ‘El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre’, en octubre nos repetía atónita que estábamos viviendo un momento muy grande, muy importante. No muy fiel repetidor de las canciones de Silvio y de Roy Brown, y heredero del independentismo pepiniano de mis abuelos yo había esperado el momento de entrar a la iupi para llenar de contenidos el esbozo de mis inclinaciones. Pero no tenía idea. El primer año traté de ser lo más normal posible. Pero cuando estaba en segundo año la amenaza de un alza en las matrículas galvanizó una gran mobilización estudiantil, de una escala no vista desde la huelga del ’81. No queriendo estar solamente en contra del alza y con miras a un vínculo más duradero con la lucha estudiantil me metí a una organización. Recuerdo mucho esos años. Vivíamos en la universidad, estudiábamos, trabajábamos, debatíamos hasta el cansancio, y la pasábamos bien. Pero las preguntas que nos tocaban eran enormes: Qué podía significar estar en una organización universitaria de izquierda en tiempos del entonces proclamado ‘nuevo orden mundial’? No había sido el fracaso del Este y la caída del muro ya señal suficiente de que todo proyecto de mayor ‘racionalidad’ llevaba inevitablemente al totalitarismo? En cualquier caso, cómo hablar de mundos mejores desde la geografía discursiva altamente lateralizada de cuando el muro? Pero las preguntas más inmediatas y urgentes eran las que tenían que ver directamente con el sentido y la misión de la universidad: Cómo defender el acceso a la universidad de los sectores más desventajados del país? Cómo motivar a otros a involucrarse en el diálogo sobre la misión y los problemas de la universidad y a valorar y defender su autogobierno? Cómo proteger a la universidad de esa amenaza a la autonomía que representaba el fantasma de la privatización?

Aparte de estudiar una carrera o de conocer a mucha gente, lo que la universidad te ofrece si eres estudiante es la oportunidad de detenerte a explorar y a cuestionar. Si sigues explorando un poco no tardas mucho en darte cuenta de que tus exploraciones se benefician del hecho de que exista un ‘sitio’ que se llama la universidad, donde puedes ser universitario en conjunto con otros que también lo son. Si les das tiempo, las búsquedas tuyas se cruzan con las de otros y con las de la universidad misma. Quizás también te percatas de que incluso con toda su firmeza histórica la existencia de la universidad no está garantizada por el hecho de que un sitio llamado universidad exista, y que hay circunstancias que la ponen en riesgo. Por ejemplo esta larga coyuntura en que la autonomía de la universidad necesita ser defendida a la vez contra la privatización y contra sus propias deficiencias engendradas. Hoy con una crisis de años acumulada encima es necesario que la universidad pueda literalmente dar cátedra de eficiencia, no hay duda. Pero tal eficiencia tiene que ser una eficiencia universitaria, mejor que la que se impone en otros circuitos decapitando, como en el caso del gran modelo de eficiencia implantado por el actual gobierno de PR con los despidos de empleados públicos el año pasado.

En fin, estos son otros tiempos y otros retos, pero en parte son los mismos. Cómo ajustar las cuentas y a la vez mantener a la universidad operando dentro del marco más ‘universitario’ posible? Cómo ir haciendo un país que tenga una universidad que lo nutra y lo mejore? Otros tiempos y otros retos o los mismos. Pero cuando imagino desde esta distancia a esos estudiantes de ahora en ese país que es mi país ahora, y escucho su afán de jugar el juego de la inclusividad y la transparencia, la esperanza que siento es grande. Tan grande como la vergüenza ajena que siento al ver y leer las mismas cosas que se dicen siempre sobre la iupi y sobre sus estudiantes no importa lo que hagan. Estos de ahora hacen muchas cosas. La decisión de parar parece un componente más de un activismo más amplio, que incluye una conciencia del impacto de sus hábitos y de sus interacciones con el ambiente, con la información, con el poder, con el espacio, y con el tiempo. Sobre todo con el presente que vive el país. Y además insisten en hablar de la crisis como siendo también SU problema! Por todo eso esta ocupación temporera se hace más difícil de descartar. Y eso es bueno.

Flotando hacia el norte en este ferry danés sobre el que va el bus que me devuelve al campo en el que vivo, de regreso de mi breve inmiscuimiento entre las elucubraciones vastas de europeos profundos sobre la naturaleza del espacio público y la mobilidad en una universidad alemana, pienso en esas fotos que ví anoche de toda esa gente reunida en la Ponce de León, y me acuerdo de las veces que estuve parado ahí y lo vivo que me sentía. Por eso tal vez llega tanta gente por allí, a re-energizarse con lo que a los estudiantes al parecer les sobra: el entusiasmo, la buena fe, el sentido de que defendiendo a la universidad también defienden al país. A mí la universidad y el movimiento estudiantil me permitieron explorar un sentido de la solidaridad, del deber y del gozo, que no había conocido antes, a la vez más general y más intenso. Claro que cuando digo universidad digo la iupi, esa universidad específica, pero digo también la universidad en general, la universidad de todos nosotros, los que creemos que es mejor saber que no saber. Esa es la universidad a distancia, la universidad que no se agota en la inmediatez y se prepara siempre para correr a fondo, para correr la distancia, buscando las formas más dignas de durar. La lucha de los estudiantes también debe ser una lucha a la distancia, de una perspectiva y una persistencia que se desplieguen tanto en los días de excepción como en los días ‘normales’, y a la medida de un país también proyectado a la distancia, y no esclavizado por las necesidades inmediatas y la gratificación instantánea. Está claro que no a todo el mundo le gustan los paros. Quizás haya que ir puliendo otras formas de presionar y de impactar la opinión pública. Pero por el momento, al menos en lo que veo desde acá, esto es un paro motivado por una voluntad de transparencia, de sensatez y de ‘no bullshit’. Y eso me gusta.



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