Admiro estos sapos tranquilos que van moviendo sus ancas una a una, sin brincar. No siempre evitando las ruedas decididas de las bicicletas o las suelas toscas de los agricultores. O tal vez suicidándose al presentir la monstruosidad del otoño. Donde al parecer no caben todas las especies que cunden estos campos durante cuatro meses. Todas van muriendo o huyendo.. Al final -todo muy medido y reglamentado- los cazadores van cambiando armas (TOTALMENTE prohibidas para otros usos) para limpiarle el pico a lo que queda. Primero los faisanes, luego los patos, los venados.. Los congelan y se los van comiendo durante los próximos cinco meses. Todo resurge a principios de abril cuando, cada cual a lo suyo, todos vuelven a trinar, a croar, a picar, a berrear, a graznar, a molestar y de nuevo a huir o a languidecer al final de otro verano. Por lo cual a estas alturas, desde el punto de vista de la especie, un sapo lento significa exactamente lo mismo que un sapo espachurrado: un sapo fuera de lugar. Entonces, para que brincar?
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