Martes 25 agosto 09. Algo un poco triste ocurre cuando, circunviniendo tu sentido del ridículo y harto de tragarte la nostalgia, tratas de guisar unas habichuelas en Dinamarca. Las ablandas por dos días, cubres totalmente la superficie del agua con oregano, hundes muchos ajos y cantos de jamón, rebanas una segunda cebolla, repites las piscas de comino y los cucharones de sal, esbaratas sin pensarlo otro cubito, lo embadurnas todo con salsa de tomate, subiendo y bajando el fuego, poniendo y quitando la tapa, buscando… No es que esta dieta marítima de país plano y platos secos te agobie o te empache.. Pero un cambiecito un día cualquiera, un respiro ocasional, no te daría un mejor sentido de lo específico de esta experiencia? Y si es así, cómo no hay unas habichuelas ya blanditas y sazonadas disponibles en los supermercados, donde por otra parte sobran los polvos curris y las salsas mexicanas?
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