--> Hay muchas ‘ gracias’ protocolares que los daneses se cursan unos a otros debidamente. ‘Gracias por hoy’, cuando te despides de tus camaradas y te vas para tu casa. ‘Gracias por ahora’, cuando te has parado a saludar y te prestas a seguir tu camino. ‘Gracias por la última’, al reencontrarte con tus anfitriones de la noche antes. ‘Gracias por la comida’ -en vez de buen provecho- cuando recoges tus piernas, adormecidas, para alejarte de la mesa. Tras todo lo cual oirás: ‘Gracias Tú mismo!’, que es la forma básica de decir ‘de nada’. A mí al final de un año en esta callecita y en este país no me quedan sino gratitudes irresumibles. Aquí nació mi hijo y aprendió a sonreir y a levantarse. Y mi hija aprendió a reconocer las plantas, a correr bici, a mecerse duro en los columpios. A fuerza de entrevistas conocí mejor a mi suegro, agitador incansable de mi curiosidad por este asombroso país y sus formas. Y vi a mi suegra curarse de algo muy fuerte y sobrevivir, nutriéndose de la cercanía de sus nietos. Entendí mejor el mundo donde nació una hermosa niña que creció cuidando caballos, navegando y sembrando, y que me encontré ya grande en Nueva York, en un restaurant venezolano. Ha sido bueno ser una familia aquí, cerca de la tierra y de las estaciones, bajo un techo con aspecto de animal acurrucado, que nos cobijó con gracia y que intentamos habitar humildemente. Todo rodeados de gente buena y generosa que nos recibió siempre y bien. A todos los que nos han hecho esto posible (suegros, cuñados, maestras, parteras, caseros, vecinos, amigos): Tusind tak skal i have! Det var meget hyggeligt!
Es triste irse… Pero también extraño mi propio hemisferio y lo que tengo allí. Estoy feliz de tener varios sitios a dónde volver -también este- y feliz de tener con quién ir, con quién estar, a quién volver. Todas las gratitudes se mezclan. Ya de salida y buscando resumir, escojo un recuerdo: Empieza la primavera y mi hija justo acaba de aprender a correr su bici sin rueditas (‘Yo no me caigo porque yo tengo el ba-LAAAN-ce..!’). Ahora viene a pie conmigo a llevar la olla de la composta al fondo del patio. Va mirando para arriba. Está casi oscuro y pasamos por entre los siete pinos. Encima de los cuales se alza una luna limpia, cercana. Absorta y quizá flotando aún en la victoria de su nueva movilidad, Sissel sonríe y sin mirarme dice, ‘La luna va para donde NOSOTROS vamos’… ‘ Animismo piagetiano!,’ dice el psicólogo en mí, mi yo más técnico, arrastrado por el ímpetu clasificatorio ante la justeza de una confirmación empírica. ‘ Qué equivocación tan bella!’, dice otra parte de mí, esa con la que he querido escribir este diario, más dispuesta a celebrarlo casi todo y a optar por la armonía. Esa impresión primaria de sincronía y simultaneidad, ese convencimiento de que lo que continúo viendo, como la luna de mi niña, se mueve para acompañarme ‘a mí’, se parece mucho a la impresión que he tenido al compartir lo que escribo aquí y notar que alguien responde. Esta ventana desde la cual he creído estar con muchos y sentirme cerca, ha sido una pieza clave de mi viaje y me ha hecho más fácil tener ‘ el balance’ durante la travesía. A todos los que leyeron y/o respondieron durante este año, a todos los que han venido a donde nosotros vamos, GRACIAS por la sintonía y por la compañía! Que haya alegría en el viaje de cada cual. Y que no importa a dónde vaya cada uno podamos, si queremos, volver a acompañarnos.
Wednesday, July 21, 2010
Tuesday, July 20, 2010
Diario danés: Tívoli
Una de las atracciones principales de la ciudad de Copenhaguen lo es sin duda el muy antiguo y renombrado parque de diversiones de Tívoli. Recuerdo la impresión fuerte que tuve la primera vez que vine, una experiencia de intensidad espacial que da ganas de reir y de cubrirse. Todo lo que hay lo tienes muy cerca, las machinas giran con tamaños psicodélicos y lo sacuden todo con cierta brusquedad. Pero es una brusquedad antigua, enchapada con paneles de colores sobrios, o en todo caso colores decimonónicos. Algunos paneles tienen reflectores amplios en los cuales si buscas bien puedes verte. Cuando te encuentres, entre grandes y chicos en la multitud reflejada, quizás estés, como los demás, riéndote. Así he visto yo las cosas y las formas que he encontrado en este país durante este año, como máquinas un poco toscas, un poco deslumbrantes, pero al parecer muy seguras y confiables, abordadas por gente que al momento parece feliz y al lado de los cuales cabes. Hay mucha gente no rubia en Tívoli. Algunos serán turistas pero muchos viven aquí. Todos comparten las máquinas y se portan bien. Yo miro estas máquinas firmes, usadas por gentes tan distintas, tan contentas, y me siento igual, feliz, ya no sólo de usarlas, sino de que usándolas, yo también haya querido portarme bien.
Monday, July 19, 2010
Diario danés: Retiro
El cementerio del centro de la municipalidad de Svendborg es muy antiguo y elegante. En las muy bien preservadas lápidas puedes leer los nombres de los que yacen y lo que hacían antes de yacer. Lars Nielsen – Panadero; Niels Larsen – Cervecero; Pernile Rasmussen – Costurera; Peter Prut – Leñador. Suspiro mirando los arrugados árboles y mientras subo los ojos por las profusas ramas me pregunto: habrá existido alguna vez un mundo donde cada cual haya sido realmente una sola cosa? No hay muertos recientes en este cementerio histórico, ni placas que consignen múltiples oficios. Tampoco al parecer hay muertos internacionales. Y sin embargo yo pienso en mí. Qué diría mi placa si me tocara yacer aquí? Me confundo, me pongo triste... Pero pronto me restablezco pensando en la adecuada vejez que me esperaría! El índice de longevidad danés realmente deja mucho que desear, pero en lo que te toca puedes hacer muchas cosas. Copenhaguen está cundida de viejos, que pululan por plazas, restaurantes y salas de concierto. Se les hace fácil la ciudad. Los planificadores los han tomado en cuenta. Acá en Tåsinge siempre veo la guagua que viene a buscar a los viejitos para llevarlos a su centro de actividades diurnas, y luego los regresa a sus hogares en las tardes ya entretenidos y bien alimentados. Otra guagüita le reparte comida a domicilio a los que por cualquier razón se quedan en sus casas. Cuando vas camino al puente puedes ver el complejo municipal de residencias para ancianos, donde los más avanzados extinguen serenamente el residuo de los impuestos que puntualmente pagaron toda su vida. Yo no sé nada.. llegué ahora mismo. Pero si subiera mucho la marea o el cielo realmente se atascara de cenizas, en fin si me tocara quedarme, cómo no sentir cierto alivio al imaginarme incluido en el prospecto benévolo de una vejez manejable, tenida en cuenta nacionalmente y hecha accesible a nivel local?
Wednesday, July 14, 2010
Diario danés: En el aire
Si los aviones vinieran con un paracaídas enorme que los sostuviera completos en el aire si fallara cualquier cosa yo estaría más a gusto con la idea de venirme a vivir a Dinamarca por más tiempo. Las aerolíneas escandinavas te tratan con notable dignidad, pero esas 8 horas en el aire cruzando el Atlántico y pensando que debajo de lo que pisas sólo hay pies y más pies de interminable distancia me atormentan. Ese es el problema para mí de venir de una isla y de que el agua ponga tanta resistencia, ese sentimiento de vulnerabilidad en el aire, de saber que a pesar de lo que digan los anuncios de la Gloria tus pies no están realmente en la tierra. Pero también me pasa cuando estoy en esta hamaca y escucho que alguien se acerca por mi espalda. Rápido busco el grounding y esos segundos en que estoy como hueveando sin que el pie toque el piso pueden ser traumáticos. Casi siempre es mi suegro, pero y si fuera el enemigo? Si el enemigo te coje meciéndote en una hamaca es como si estuvieran disparándole a tu avión desde la tierra, o como si alguien diera hachazos contra el árbol viejo en cuyas ramas estás. No que tener los pies sobre tierra ayudaría en ninguno de esos casos, pero quizás pisando lo mismo que mi verdugo yo sentiría que la eliminación es más estable y que así recibo mejor aquello que cierra para mí toda futura recepción. Entonces morirme en tierra pues que cará, pero ir dándome cuenta de mi muerte mientras voy bajando sin fin, eso sí que me inquieta. Por eso tengo ya planeado un protocolo por si alguna vez me encuentro en el aire, solo, y en tan indeseable situación: Ponerme del lado del planeta, captar los límites del mundo, pensar en los seres que más quiero, y luego entregarme a la materia ……………………
[..O cabría acaso la esperanza de un oportuno retroceso? ..algo como el subir hacia atrás de una hamaca cósmica, que devuelva hacia un arriba infinito las partículas ansiosas de mi haber sido? O esa misma hamaca subiendo del todo, como un paracaídas obsceno, del cual pendan para siempre las memorias, agradecidas, de lo que viví……….….]
Sunday, July 11, 2010
Diario danés: Banderas, fronteras..
Aparte de mi familia, mis amigos, la humanidad y el planeta, una de las cosas que más me importa en esta vida es mi país. Respecto de mi familia y mis amigos creo saber más o menos lo que me toca: mantener la conexión, atender, cuidar. Respecto de la humanidad y el planeta supongo que se va haciendo más claro lo que habría que hacer -o al menos lo que no- si es que va a haber esperanzas de que esto pueda durar. Pero con Puerto Rico, ese dominio intermedio de mi querencia, qué hago? Cómo relacionarme con ese pequeño país en el que no vivo hace 10 años pero que no olvido nunca por más de dos minutos seguidos? No es sentimentalismo; el asunto me plantea muchos problemas prácticos y muchas dificultades de adaptación. Ya viendo avanzar los años y con pocos prospectos de retorno me pregunto, dónde sigo? Si es que voy a vivir algunos años más, dónde los pasaré? Desde dónde veré y viviré lo que verá y vivirá mi entrañable paísito en las próximas décadas? Se podrá realmente formar parte de un país aunque se viva en cualquiera? Miro este país donde vivo ahora en busca de respuestas. Qué sienten hacia él los que lo habitan? Me da pudor preguntarlo directamente así que se lo pregunto al paisaje. Donde no tardo en divisar hemorragias de banderas, todas rojas, todas cruzadas de blanco. ‘Fue la primera bandera de la historia!’ me dicen. Los daneses la usan casi tanto como los puertorriqueños. La guindan en las casas, en los bizcochos, en los autobuses, en los barcos. La ponen en los nacimientos, en los cumpleaños, en el árbol de navidad, en la pascua, en los días feriados.. Pero no la miran ni la hondean ni le cantan. Sólo la tienen ahí. Viniendo de un país donde la bandera es como el resumen de todos los orgullos y todas las terquedades hallo curioso este uso tan frecuente pero tan casual de la bandera, tan ajeno a las lágrimas, a las rabias, a los pechos henchidos, al chijí chijá. Hay un asta vacía frente a mi casa y me ha dado para imaginar un posible experimento. No pasa mucha gente por esta callecita angosta. Pero y si agarro esta bandera mía tamaño natural que me he traido y la dejo caer sobre mi espalda, y salgo corriendo en bicicleta y me paro en el medio de la plaza, coreando, gritando, a plena luz del día…qué pasaría? Qué sentirían ellos? Qué sentiría yo? Quién sentiría más fuerte? En qué acabaría la incursión? ..O quizá guindarla de una de las vehementes patas de estos altísimos molinos que adornan los campos enormemente, que la sacuda con fuerzas rotundas y excéntricas, yo mirándola sopletear contra las duras turbulencias de estas limpias brisas, girando hasta el mareo, la propia bandera borracha, derramando sus colores y sus rayas a mansalva, procurándome también a mí una embriaguez abierta que riegue mis lealtades a los vientos generales de un planeta borracho de contactos y de amor…
Thursday, July 8, 2010
Diaro danés: Nuevo encuentro con la responsabilidad individual
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Mi doctora danesa me lo explica mientras me raja el cuero cabelludo para extraerme el quiste que cargo en la coronilla hace años: en asuntos de salud en Estados Unidos la responsabilidad recae en el sistema, mientras que en Dinamarca la responsabilidad recae en el individuo. Digo para mí: ‘Exacto!’. Y luego digo ‘Qué??’ Me asombro ante una explicación tan sucinta pero me percato de que es exactamente opuesta a lo que yo asocio con estos dos países. Asumo que EEUU es la epítome del individualismo y que en la socialdemocracia escandinava el sistema provee garantías y seguridades a sus ciudadanos ya por el simple hecho de pertenecer. Después de casi un año aquí lo voy entendiendo. Los costos que allá se van en remediar las malas prácticas de consumo y estilo de vida que el propio sistema promueve, acá son reducidos por el bicicleteo generalizado, por una alimentación menos procesada, por años de límites al bombardeo publicitario y por la expectativa de que la gente viva su vida con responsabilidad, evitándole al colectivo y a sí mismos costos y males acumulables y prevenibles. Aquí lo que se espera de tí como individuo es mucho, pero tienes las condiciones y los recursos para cumplir y de forma (repito) bastante igualitaria. Pero la viabilidad de un modelo que pueda respaldarte de esta forma sólo se mantiene mientras haya un sentido compartido de que lo que tú haces está en gran medida bajo tu control y de que por lo que tú haces o tú no haces, tú tienes que estar listo para responder. Pienso en un pequeño país y me voy en un pequeño viaje: Cómo fomentar una cultura de responsabilidad individual que sin caer en el ‘blame the victim’ pueda hacerle frente a la indiferencia y cultivar una mayor conciencia sobre las consecuencias de nuestras acciones, grandes y pequeñas? Cómo promover un sentido colectivamente asumible de responsabilidad pública, de hallarnos cada uno bajo cierta obligación social de cumplir, y de ayudar a crear condiciones más honestas y más justas para todos? Hay que poder responder y no sólo con palabras. Vuelvo a pensar en el ‘individualismo’ danés y el ‘colectivismo’ americano y me doy cuenta de que sigo aquí en la oficina de la doctora, que me jamaquea la cabeza sin que yo sienta nada. Le agradezco sonriente el momento ilustrado. Ha dicho otras cosas después, pero no he podido oirla, me dejó pensando con lo primero. Ahora me pregunta algo que no entiendo, ‘Sorry..? Did I bring my what..? Mi propia bolsita para el quiste?’
Tuesday, July 6, 2010
Diario danés: Ambrosio
Es domingo y damos la vuelta larga por el bosque. Miramos y hablamos de los árboles. Robles y abedules espléndidos en sus hojas nuevas. Justo a la salida del bosque vemos el roble más gordo y arrugado del lugar, el árbol de Ambrosio, de 1750. Ambrosio era un poeta que se sentaba bajo este árbol a llorar y a complicarse. ‘Cuenta cuánto me tardo en darle la vuelta al árbol de Ambrooooosioo!’, le digo a mi hija, yéndome a rodear el tronco increíble. Me requedo cuando estoy detrás del árbol para divertirla. Ella no me ve, pero sí estos siete gatitos cabezones que se han fugado por debajo de la verja de la señora y que vienen corriendo hacia mí con determinación. Mi esposa se acerca a saludarlos. No yo, que soy alérgico y les tengo miedo. La siguen hacia la calle y ella los vuelve a llevar tras la verja de dos en dos, pero se salen. Unos vienen y otros van y se forma un pequeño descontrol que parece que no acabará nunca. Muy tenso y ya imaginando un leve picor en mis ojos empiezo a alejarme por la carretera, jalando el remolquecito donde está sentada Sissel. Ulla también avanza impulsando el coche rebotón donde duerme Linus. Al fin sale la gata, azorada, y colecta los gatitos, pero hay dos muy rápidos que todavía nos siguen. Pasan carros, veloces. 'Qué hacemos?', me pregunta Ulla. ‘No me quiero responsabilizar por nada’, digo yo sin detenerme, no mirando hacia atrás para no involucrarme. Dos kilómetros después nos resignamos a virar y volvemos a pasar por la casa de la señora para dejarle los gatos. Se había percatado de que faltaban pero no nos dio las gracias. No importa. Siento que me estoy riendo, que se me levantan los brazos y que el cuerpo no me pesa nada. Creo descubrir entera en un instante la razón de la persistencia de todas mis evitaciones: el alivio tan grande que siento, por dentro y a veces por fuera, cuando logro distanciarme de aquello que me amenaza es el mayor incentivo para evadirme de nuevo, una y otra vez por siempre, y hasta la eternidad. La palabra procastinación viene al caso. Pienso en… mi tesis, aunque lo evito. Darle la vuelta de una vez a este tronco gigante, o quedarme escondido para siempre tras de él. Llorando y complicándome. Como Ambrosio. Pero y los gatos?
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